Si no le damos juguetes al niño, estará jugando con
piedritas o palos. Si no le damos el libro, no lo recogerá él mismo. Al
principio nos basta dejar que el niño sienta la alegría de escuchar y luego de
leer, entonces tendrá ganas de leer, tenderá las manos por un libro, lo exigirá
todos los días. Tales primeras lecturas tienen un impacto notable, conectan en
una comunidad de experiencias del que lee y del que escucha.
Nosotros, los adultos, nos convertimos en niños pequeños para
el tiempo de la lectura, volvemos nostálgicos a los “años de los cachorros”,
ellos, pequeños, sienten nuestra mágica cercanía, tienen en nosotros el apoyo
para experimentar miedo por la suerte del héroe, miedo cuando deambula entre
las encrucijadas, alegría cuando ganará una recompensa después de las
penalidades. Este es el primer papel del libro: construir puentes entre
generaciones, conectando experiencias, risas y emociones en una comunidad.
El niño se identifica con los héroes del libro, en su destino,
en las elecciones que hacen, en las escenas de derrotas y victorias, sin
saberlo entran en sus propios dilemas, en su propio destino. Por eso la lectura
moldea su actitud, organiza su imagen de la vida, lo introduce en el mundo de
los valores. El libro absorbe al niño, se los apropia, los esculpe en el
proceso de lectura. Los efectos de tales experiencias de lectura duran muchos
años, dejan su huella en toda la vida.
El viejo adagio dice que un libro es tu mejor amigo. Permite
al niño distanciarse de sus propias experiencias, mirarse a sí mismo y a su
vida desde la distancia, como a través de binoculares invertidos. Al ver los
problemas de los demás, sus luchas con su destino, su dolor, sufrimiento y
alegría, sus decepciones y fracasos, el sabor de la derrota, la amargura de sus
amistades decepcionadas, compartiendo la alegría de su felicidad, comienzan a
comprenderse a sí mismos, a sus propias reacciones, la propia tristeza, pueden
superar la soledad, que a veces, sobre todo en la infancia y la adolescencia,
duele y provoca un dolor insoportable.
Por si estos beneficios de la lectura infantil no fueran
suficientes, nuestro presente ha añadido los suyos propios, antes desconocidos.
El siglo XXI ya es y muy probablemente seguirá siendo un siglo de silencio. El
lenguaje que usamos a diario se ha reducido al papel de un transmisor de
información y comandos. Mientras tanto, el libro usa palabras que significan
que tienen poder, color y significado.
Al leer o escuchar el libro que se lee, el niño experimenta
el poder mágico de las palabras, desarrolla y enriquece su propio vocabulario.
Paso a paso, abraza el mundo con palabras, nombra los detalles de la realidad
circundante. Cuando un niño puede nombrar sentimientos, cuando comienza a
distinguir los estados mentales de los personajes literarios, los reconoce en
sí mismo y luego en las personas que lo rodean. La capacidad de nombrar y
aceptar las propias emociones, a veces difíciles, y luego las sensaciones y
experiencias de otras personas es quizás el arte más difícil que un joven debe
dominar para alcanzar la madurez interior.
El libro no resolverá los problemas con los que lidiamos en
el proceso largo y cargado de crisis de la formación humana desde los primeros
años hasta el umbral de la madurez. No resolverá, pero desarrollará su
inteligencia emocional, gracias a la cual podrá comprenderse a sí mismo y a los
demás, desarrollar habilidades empáticas, gracias a las cuales será sensible a
las necesidades de todos, despertar la sensibilidad y la intuición moral, gracias
a que distinguirá el bien del mal, abrirá sus ojos a la belleza del mundo y a
la sabiduría del hombre. Te ayudará a guiarte a través de experiencias
difíciles y te alentará a buscar la verdad sobre ti mismo y el mundo.
Despierta la imaginación, sin la cual incluso las
actividades cotidianas, como cocinar la sopa o poner la mesa, se convierten en
automatismos y banalidades. Si un niño interactúa con libros hermosos, esos que
cautivan y deleitan, que tientan por la originalidad de su diseño gráfico, con
libros editados con arte y que provocan la reflexión, entonces crecerá en el
elemento de la verdad, la belleza y la bondad, rica interiormente, abiertos,
alegres, capaces de comprenderse a sí mismos ya los demás, de responsabilizarse
de la propia vida y conducirla según los sueños, deseos, anhelos y esperanzas
despertados.
Ella Cecilia Celedon Simanca
Tutor PTA
Promotora de Lectura